El autor fue becado por el Consejo Nacional del Libro del Ministerio de Educación para su formulación con la presentación del Capitulo I.
La sublevación del Instituto Nacional.( extracto introducción)

He ahí una razón del por qué los colegios particulares-subvencionadas que buscan las familias de clase media tienen peores resultados académicos, comparados con las escuelas públicas que acogen a jóvenes de clases medias emergentes. La selección académica que aplican las escuelas públicas, por razones obvias, estimulan los procesos de aprendizaje, pero sus estudiantes, como los del Instituto Nacional (el más antiguo establecimiento educativo secundario de Chile, fundado el año 1813) creen en la dedicación al estudio y desde el primer día de clases saben que en ese ambiente se premia y valora la capacidad de trabajo cognitivo. Sus estudiantes son los que logran los mejores resultados académicos en todas las pruebas estandarizadas y de ingreso a las universidades. Sin embargo, ningún dirigente político o empresarial postula siquiera a sus hijos a estas escuelas emblemáticas. Además, la gran prensa y los medios de comunicación masivos generan la ilusión de que los mejores colegios son los de barrios más pudientes, cuestión que la población en general no pone en duda. Esta es la explicación más probable del porqué sus hijos estudian en establecimientos de peor calidad académica, aunque deban pagar por este tipo de establecimiento. Muchos de estos padres sólo reconocen este hecho en la intimidad de la conversación. Efectivamente, ellos entienden que en esta sociedad estratificada la ascendencia social solamente es posible cultivando el ‘mejor’ roce social que su capacidad de endeudamiento les permita.
Se reconoce, en grito a voces, que el talento es un asunto secundario, ya que para muchos profesionales de las nuevas generaciones que recorrieron el camino del “esfuerzo’ en el ámbito académico, pero no les fue suficiente el estudio para alcanzar logros de liderazgo en sus respectivas áreas. Ese sentimiento de frustración y el sentirse ‘vejados’ en sus principios ante la lógica del modelo de mercado, llevó a los estudiantes del Instituto Nacional a rebelarse.
Se comprende bien -y fácilmente- la rebelión de los estudiantes de las escuelas más pobres de la periferia de Santiago y de regiones de Chile. Pero los grupos políticos y empresariales dominantes aún no entienden y peor aún ignora la fuerte rebelión de los mejores estudiantes del país, en términos de rendimiento académico. Los estudiantes del Instituto Nacional, aparentemente, tienen el futuro asegurado profesionalmente, ya que casi todos logran entrar a las mejores universidades del país y, más aún, en carreras que le auguran un buen retorno económico. Estudiantes aplicados, estudiosos, ordenados, uniformados, exigentes, individualistas, competitivos y de formación con tintes claramente nacionalista. en donde varios centros de estudiantes han sido ganados y controlados por la derecha Todo lo que una derecha conservadora desearía de un estudiante ideal. Sin embargo, fueron estos mismos estudiantes quienes lideraron las rebeliones estudiantiles (“pingüinas”) del 2006, 2009 y la de 2011, la más potente. Como verdaderos werkenes o agentes políticos de agitación, recorrían muchas escuelas de la periferia de Santiago motivando, informando, coordinando y sublevando a las masas estudiantiles. Unos estudiantes que funcionan más bien como agitadores políticos, con actitudes rebeldes frente al poder y al gobierno. Francamente una pesadilla para cualquier derecha reaccionaria. Y a pesar de la enorme energía gastada en las marchas callejeras, “tomas” nocturnas y coordinaciones con otros estudiantes, sorprendentemente, los institutanos mantienen niveles altísimos de rendimiento académico. ¿Cómo explicar esta aparente paradoja? ¿Cómo es posible que los secundarios más preparados de Chile sean, al mismo tiempo, los más politizados y los más “duros” de las rebeliones estudiantiles?
Ello no se explica desde un análisis marxista, en donde las masas proletarias o sus hijos se rebelan frente a los explotadores burgueses, pues estos estudiantes no poseen este perfil; la mayoría son hijos de profesionales y comerciantes de clase media emergente. Tampoco se explica desde una lógica neoliberal, en que los mejores estudiantes del país seguramente obtienen buenos puestos como profesionales calificados en el sistema de mercado. Son estudiantes de “elite” como le gusta hablar a la derecha, en una imagen que evoca su propia construcción de pirámide social, en la que ellos, por cierto, se instalan en la parte superior, en la “cumbre”.
El problema está en que los estudiantes institutanos, con una cultura individualista, competitivos, esforzados, que regularmente eligen centros de estudiantes de derecha, son los promotores de la sublevación estudiantil. Aliados con estudiantes de otras escuelas emblemáticas como el Liceo de Aplicación, Carmela Carvajal, el Liceo Javiera Carrera de niñas, el Internado Nacional Barros Arana, el Liceo Barros Borgoño, el Liceo Confederación Suiza, Liceo Lastarrea, etc.
Estos estudiantes de “elite”, con altos niveles de aprendizajes y excelentes resultados en las pruebas nacionales se dieron cuenta que el escalamiento en esta pirámide social, en donde siempre el esfuerzo es recompensado, es una trampa. Que esta pirámide social esta “arreglada”, está todo consumado. Eso se los hacen ver y restriegan regularmente los medios masivos de comunicación, en donde los hijos de las verdaderas ‘elites’ -grupos de poder- abrieron colegios a los que asisten sus hijos, asegurando la reproducción de la “scala naturae”. Colegios donde los hijos de los más adinerados estudian con sus pares de la misma ‘clase’. En una propaganda repetida, una y mil veces, los medios muestran a los colegios de “cumbres” como de mejor calidad, rendimiento y que, por tanto, aseguran a sus estudiantes una excelente carrera profesional, empresarial y política. Mientras que, subliminalmente, los institutanos sólo se conformarán con su esfuerzo, pero al no tener los contactos sociales mínimos, no podrán optar a cargos de importancia. El choque de intereses es evidente. Y las reglas del juego se inclinan claramente en favorecer las influencias sociales, por sobre el esfuerzo académico de los estudiantes de las escuelas emblemáticas.
Ya en sus primeros años en el Instituto Nacional, los estudiantes son llevados por sus profesores a visitar una galería en la que pueden observar los bustos y retratos de los presidentes de Chile que han estudiado o enseñado allí. Desde el primer día aprenden que su fundador fue el General José Miguel Carrera, no sólo iniciador del colegio en 1813, sino también fundador de la patria. Con los años, los estudiantes se impregnan de un curriculum oculto que tiene sus bases en la República de Chile y en el valor del debate y la democracia. Esos valores y principios fueron abandonados por una derecha que se extinguió, por un lado, con la irrupción del neoliberalismo ,y por el otro, con la llegada de los colegios para la “alta burguesía”, la que antiguamente estudiaba en el Instituto Nacional, al igual que lo hacían los hijos de oficiales de las Fuerzas Armadas. Sucede que la derecha no sólo renunció a sus principios republicanos, esos que representaba el Presidente Alessandri (1958-1964) y que fortalecían el rol del Estado en Educación, esos valores que no comulgaban con el lucro en las instituciones educativas ni en la salud. La derecha neoliberal y el centro político también abandonaron al Instituto Nacional y su visión: la disciplina, el individualismo, el esfuerzo, el orden, el respeto a la autoridad (tanto docente, rector, Presidente). Principios relegados tras la irrupción del neoliberalismo. Y más aún, muchos creen que desean destruirlo y, con ello, uno de los símbolos de la República de Chile y del pluralismo social que representa ese liceo. Por tanto, la lucha de los estudiantes de los liceos emblemáticos del país, no es sólo una lucha para que se respeten las reglas del juego en el futuro mundo laboral y profesional en el que desean competir, sino también es por recuperar en su consciente colectivo la capacidad de liderazgo político de sus dirigentes, pues no sólo desean ser excelentes profesionales, sino también sentir que su esfuerzo académico les permite optar a puestos altos en grandes Empresas y ser líderes políticos que puedan llegar al Parlamento, a ser ministros y hasta la presidencia de la República. Por tanto, su lucha es una batalla por los principios y reglas de la democracia republicana sobre los cuales Chile se fundó.
El cambio de paradigma pasa por volver a los principios fundadores de la República de Chile y no proseguir con el modelo de mercado en la educación, que justamente intenta destruir la convivencia social mediante la ultra-estratificación de clases sociales, usando el sistema educativo para ello. Los estudiantes secundarios intentan reconstruir la República tal cual, y para ello cuentan con la mayoría del país, desde sectores del centro político hasta la izquierda. Lamentablemente, la derecha tradicional y republicana del país ha sucumbido frente a una derecha neoliberal, fanática, estratificadora, oligárquica, plutócrata y enceguecida con los niveles de lucro que las sustentan. Una derecha que ya no cree en los valores de las reglas del juego de la República (para no decir democracia) sino en las reglas del juego del mercado que ellos imponen. Los estudiantes del Instituto Nacional sienten que corren en desventajas y que las “elite” (grupos de interés hegemónicos) tienen todas las de ganar porque son las que instalan las reglas de juego, tienen los árbitros, los megáfonos, las invitaciones, venden las entradas y apagan la luz. Los estudiantes lo saben y se sublevaron simplemente. !!Qué más claridad en la declaración pública emitida por el Consejo Escolar del Instituto Nacional en donde firmaron todos representantes de su comunidad educativa!!
“El Instituto Nacional, símbolo de la Educación Pública Chilena, ad portas de cumplir 200 años, haciendo honor a sus ideales republicanos, laicos, pluralistas y como permanente actor social en la realidad histórica del país, presentes desde su fundación, nunca ha estado ajeno a la contingencia nacional y, en consecuencia, emite el presente comunicado a través de su comunidad: estudiantes, profesores, apoderados, asistentes de la educación, docentes directivos, a raíz de las presentes movilizaciones estudiantiles, hoy también ciudadanas, por la defensa de la Educación Pública y por el bien social de todos los chilenos, declara:
Nuestra postura institucional ha estado siempre por la equidad, calidad y democracia de la educación chilena. Conocemos la responsabilidad histórica que se desprende de ella y se ha manifestado en nuestro rechazo a la municipalización ya desde 1986, año en que se impone de forma autoritaria un modelo económico neoliberal, vigente en los últimos 20 años y nefasto para la educación pública.
Debemos ser claros: la municipalización ha sido un error en las políticas públicas educacionales, la cual ha demostrado su fracaso y colapso total. Se hace urgente e imperativo, entonces, sustituirlo. Por ello, creemos necesario que el Estado lidere, garantice y administre la educación pública. Una educación con estas características no sólo es una necesidad, sino un deber ético y social como país.
Las movilizaciones actuales, con sus demandas, han demostrado la validez de una postura. Como Instituto Nacional nos hacemos parte a través del llamado y la exigencia, desde una sociedad democrática, al Gobierno y al Congreso Nacional, de que respondan a este proceso con soluciones claras, serias, estructurales y de mirada país. Ellos, como representantes democráticamente electos, deben acoger el llamado de una ciudadanía despierta y comprometida.
Por todo lo anterior, deseamos hacer público nuestro apoyo a la movilización estudiantil en la que participan distintos actores de la sociedad y, principalmente, nuestros estudiantes. (Santiago, 29 de junio de 2011)”
Escribir a autor: alvaro.mardones.rivera@gmail.com
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